Wednesday, January 25, 2006

Proteccionismo, Populismo y Otras Mentiras

La confrontación de ideas, decente y honesta, no es práctica común en nuestro país. Justamente porque creo en los valores de la decencia y la honestidad, considero importante denunciar la práctica de inventar planteamientos económicos para, luego de adjudicárselo al adversario, criticarlo con la ayuda de cierta prensa adicta a la ponzoña.

Se dice que han vuelto a aparecer temas arcaicos, populistas, proteccionistas y contrarios a la inversión privada, que significan un retorno al pasado. Pero los autores de esta afirmación, no citan fuentes. Son los mismos que esconden las propuestas que heredaron del fujimorismo económico. Incapaces de aceptar que la estabilidad macroeconómica actual no es fruto de las políticas neoliberales, temen evidenciar su propuesta electoral de flotación cambiaria libre, sin intervenciones de la autoridad monetaria. Son los que promovieron la dolarización de la economía y que, en la crisis de los años 1998-2000, endeudaron al país por más de mil millones de dólares para rescatar al sistema bancario que ellos mismos debilitaron.

No hay, pues, propuestas de retorno al populismo ni al proteccionismo. Por ejemplo, el plan de gobierno de Ollanta Humala propone industrializar el país en el marco de una economía abierta y de mercado, con un régimen cambiario estable y competitivo, y con créditos tributarios para la reinversión de las utilidades de los productores de bienes manufacturados y agroindustriales. Se parte, sin duda, de reconocer que el argumento proteccionista es lógicamente incompleto: hace énfasis en el abastecimiento de los mercados internos con producción doméstica, pero falla en explicar el origen y determinación de la correspondiente demanda agregada doméstica. Por eso sus defensores exageraron el daño de la apertura comercial, como los neoliberales de ahora exageran el supuesto beneficio de los tratados de libre comercio.

Se dice que las propuestas de revisión dialogada de los contratos de estabilidad tributaria y de mayor intervencionismo estatal en asuntos tarifarios y regulatorios, aumentarán la pobreza. Sus autores son los mismos que nos proponen suscribir el TLC negociado por este gobierno, con el argumento de que no hay otro modo de asegurar el crecimiento a largo plazo de nuestra economía. No les importa que se enajene nuestros mercados internos a los productos agropecuarios subsidiados de los EE.UU. Y no dicen abiertamente que creen en el aumento de la competitividad básicamente mediante la reducción de los ingresos de los trabajadores, es decir, en el «cholo barato».

El lector debe saber que la estrategia neoliberal es contraria a la estrategia nacional de expandir los mercados internos y crear otros, para integrar económica y socialmente al país. Los tratados comerciales no son buenos per se; son útiles siempre que no reduzcan los mercados internos ni impidan su crecimiento. De otro lado, el argumento de que estos tratados de libre comercio favorecen a los consumidores, es también incompleto, porque el bienestar de los consumidores no mejorará con la competencia entre productores cuando, por sus efectos negativos sobre los ingresos y el empleo, se reduce el tamaño del mercado doméstico y, visto dinámicamente, se inhibe la creación de otros.

Si el tamaño del mercado doméstico y la actividad económica declinan a medida que los productores extranjeros capturan una larga porción del mismo, el nivel de bienestar de los consumidores nacionales tendrá que declinar debido a la reducción del empleo y de los ingresos. Sólo bajo el supuesto de pleno empleo, la competencia internacional podría no afectar los niveles de ocupación de la mano de obra. Pero, además, los economistas saben que con altos niveles de desempleo y subempleo, con una notable distribución desigual del ingreso y con exclusión social a lo largo y ancho del país, ya no es posible una asignación eficiente de los recursos. En consecuencia, el argumento que el libre comercio mejora el bienestar de los consumidores mediante una localización más eficiente de los recursos, es totalmente cuestionable.

Hay, pues, otra manera de relacionarse al mundo y es la que propone construir Nación mediante la expansión de los mercados internos, la consecuente descentralización y desconcentración del aparato productivo, y la integración económica y social el país. Para que este proyecto de construcción de Nación sea viable, debe además eliminarse la restricción de financiamiento que enfrentan las empresas pequeñas, medianas y grandes, mediante la movilización de los ahorros nacionales y el fortalecimiento de su relación con la inversión privada de estos productores nacionales.

Gestión, Diario de Economía y Negocios

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