Thursday, September 06, 2007

¿Aceleración u orientación sectorial y geográfica de la Inversión?

«La Reina la apoyó contra el tronco de un árbol y le dijo amablemente:
--Ahora puedes descansar un poco.
Alicia miró alrededor suyo con gran sorpresa.
--Pero ¿cómo? ¡Si parece que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!
--¡Pues claro que sí! --convino la Reina--. Y ¿cómo si no?
--Bueno, lo que es en mi país --aclaró Alicia, jadeando aún bastante-- cuando se corre tan rápido como lo hemos estado haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte...
--¡Un país bastante lento! --replicó la Reina--. Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio».
A través del Espejo
Lewis Carroll

Hace unos días el Presidente García pidió a los empresarios adelantar sus inversiones. «Si iban a invertir en febrero (próximo) pueden hacerlo… a partir de octubre y noviembre…porque si adelantan las inversiones –dijo--, el Perú crecerá más de lo que hubiera crecido sin el sismo». ¿Sabe el presidente lo que dice? ¿Es suficiente el crecimiento de las inversiones para remontar los obstáculos al crecimiento y desarrollo equitativo del país?

La historia económica de los países de nuestra región revela que tasas altas de crecimiento de las inversiones no han generado necesariamente desarrollo ni han dado lugar a una sistemática reducción del subempleo y la pobreza. En 18 de los últimos 56 años, la inversión, en nuestro país, creció a tasas superiores al 13.0% anual hasta un máximo de 36.8%. Por ejemplo, las tasas en los años 1980 y 1981 fueron de 30.9% y 19.9%, respectivamente; en los años 1986 y 1987 del primer gobierno de García, la inversión creció a tasas de 21,7% y 17%; en los años 1994 y 1995 del fujimorato, se alcanzaron tasas de 33.7% y 21.9%; y, en el año 2006 la tasa fue de 19.0%. La tasa de crecimiento de la inversión que se logre este año, aún acelerándola como quiere el Presidente, puede ser mayor, pero no habrá cambiado por eso el estilo de crecimiento que mantiene a la mayoría de la población por debajo del nivel de subsistencia.

Desde Prebisch sabemos que no es sólo la tasa de crecimiento de la inversión, ni su aceleración, la que asegura el crecimiento y la superación del subdesarrollo de países como el nuestro. Ni tampoco es, como se demostró en el primer gobierno de García, la mayor utilización de la capacidad productiva, la que asegura el crecimiento con estabilidad y con una distribución del ingreso más equitativa. Lo que importa es la orientación de la inversión, es decir, hacía que actividades productivas se dirige la inversión. Y esta orientación debe reflejarse en su composición. En las últimas dos décadas, a diferencia de lo que ocurrió en las décadas de los años 50 a 70, la inversión en construcción es la que domina en el total, es decir, ha disminuido el peso relativo de la inversión en maquinaria y equipamiento.

En otras palabras, si los recursos de inversión se orientan a la producción de materias primas, a la explotación de recursos naturales y a la industria de la construcción, y no al desarrollo y expansión de actividades que generen valor agregado, seguiremos consolidando un crecimiento volátil con un comercio exterior especializado en la producción primaria y en actividades con escaso grado de modernización y con salarios relativamente bajos.
El actual gobierno no tiene un plan de desarrollo del país, sectorial y geográficamente balanceado, y socialmente equitativo. No hay visión de desarrollo, no tiene siquiera grandes lineamientos orientadores para la asignación de recursos privados y públicos. La improvisación está dominando a los deseos anunciados el 28 de julio de poner en ejecución el Centro de Planeamiento Estratégico (CEPLAN). Hay que recordar que el «aceleracionismo y la improvisación» nos han mantenido en el mismo sitio o nos han llevado sólo a alguna parte, como en el país de la Reina o de Alicia en el cuento de Lewis Carroll, A Través del Espejo.

Por último, la propuesta «aceleracionista» de Alan García fue acompañada, con candorosa transparencia, de su desconocimiento acerca de la importancia y contenido de la reforma del Estado. Al pedirles a los empresarios que digan cuáles son los obstáculos en los reglamentos o leyes que deben levantarse para acelerar la inversión, el Presidente García reveló que su gobierno no tiene ni metas ni proyectos claros de una reforma del Estado para contribuir al desarrollo del país. Otros dirían que en realidad lo que Presidente anunció, fue la formalización de la privatización de las funciones del Estado, para destrabar la inversión privada.
Publicado en el diario La República

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