Saturday, December 21, 2013

Argucias neoliberales y el síndrome de PISA

Piero Ghezzi y José Gallardo responden a mis críticas a su libro «Qué se puede hacer con el Perú…» en dos columnas publicadas en el blog La Mula.pe. Desafortunadamente lo hacen con embustes, argucias y tergiversaciones de mis argumentos. Critican un discurso que ellos construyen luego de adjudicarme su autoría. Así sus columnas adolecen del «síndrome de PISA peruano», porque revelan que no han entendido lo que han leído. Veamos:
1)    Dicen: «No hay discontinuidad de la política macroeconómica durante el gobierno de Toledo, sino un proceso de aprendizaje».
Pregunto: ¿puede haber continuidad entre la política que acentuó la recesión originada por la crisis de 1998-1999 y la política que hizo lo contrario a partir del año 2001? ¿Puede haber continuidad entre la política de deuda basada en crecientes superávit primarios para seguir honrando sus servicios descuidando los gastos en educación y salud, y una política de deuda que buscaba su sostenibilidad modificando su composición y pre-pagando para liberar recursos y destinarlos a mejorar los presupuestos de educación y salud? Si no se hubiera cambiado el esquema institucional de la política macro en los años 2001-2003, el «manejo» de la crisis de 2008-2009 habría sido tan desastroso como el «manejo» de la crisis de 1998-1999 que quebró bancos y aumentó la deuda pública en cerca de mil millones de dólares (para rescatarlos). A esta ausencia de continuidad, ellos lo denominan ¡aprendizaje!
2)    «En el caso de la deuda pública —dicen—, el análisis de Jiménez desafía las leyes de la aritmética. El factor que ha contribuido de manera más significativa a la reducción de la deuda pública (como porcentaje del PBI) es el aumento del denominador».
¿Quién no sabe que el ratio A/B disminuye si B crece más rápido que A? Esto no está en discusión. ¿Por qué entonces recurren a un embuste?  Quizá porque ellos ignoran que durante el gobierno de Toledo se redujo la deuda, se cambió su composición sustituyendo deuda externa por interna, y se reperfilaron sus servicios que el «fujimorato» dejó en cerca de 3.5% del PBI. Todo esto fue posible gracias a la creación del mercado de deuda en soles. Se redujo el riesgo cambiario de la deuda pública y se sentaron las bases de su sostenibilidad. Cuando dicen que, debido a la reciente apreciación del sol, el ratio de deuda a PBI es ahora mayor que si se hubiera quedado toda en dólares, revelan que no entendieron el sentido de la regla de intervenciones cambiarias esterilizadas introducida en los años 2001-2003. ¡Y hablan de aprendizaje! Tampoco parece que entendieron la importancia del esquema de metas de inflación para endogenizar las expectativas, por eso dicen con desparpajo que en la reducción de la inflación contribuyeron «las políticas restrictivas de los 90’s y los bajos salarios chinos mediante su efecto en los precios de las manufacturas». Les faltó decir, ¡también la apreciación del sol y que, por lo tanto, es irrelevante el esquema institucional de metas de inflación!
3)    Jiménez «distorsiona nuestro punto de vista. Somos explícitos en señalar —dicen— que el rezago de los pilares del bienestar (productividad, empleo, distribución) es consecuencia casi inevitable del modelo. Sí tienen relación y lo recalcamos repetidamente en el libro».
Si los problemas en los «pilares del bienestar» tienen relación con las políticas implementadas en la década de los 90’s, entonces «tendríamos que aceptar el oxímoron de que la economía y la institucionalidad de ese período fueron una «luz oscura» o el embuste de que las políticas neoliberales no son responsables del deterioro de los «pilares del bienestar». ¿Dónde está la distorsión? ¿No es un oxímoron decir que las políticas de la década de 1990 son buenas y aceptar, al mismo tiempo, que tienen efectos negativos nada menos que sobre los «pilares del bienestar»? En Introducción a la teoría del crecimiento, los economistas aprendemos que las políticas macro pueden afectar el crecimiento de un país por los canales de la tecnología y de la intensidad de capital. Si lo afectan negativamente, son «malas políticas».
También dicen que «el sesgo anti-exportador del modelo que Jiménez identifica simplemente no existe», porque las exportaciones no-tradicionales se cuadruplicaron en el periodo 2003-2012. Con este mismo criterio ellos deberían afirmar que tampoco hubo sesgo anti-exportador durante el primer gobierno de García porque las exportaciones no tradicionales aumentaron una y media veces en cinco años. Además, la participación de las exportaciones no-tradicionales en el total exportado fue de 27.2% en el período 1985-1990 y solo de 23.3% en el período 2003-2012. ¿Qué les parece?
4)    Jiménez «confunde modelo con institucionalidad. En particular el hecho de que el modelo primario exportador se dé en industrias “extractivas” no implica que las institucionalidad sea “extractiva”»
Otra tergiversación. Tendré que repetir lo que ya he escrito varias veces en este diario. «Las instituciones son extractivistas cuando no incentivan la innovación, cuando erosionan la democracia, cuando evaden la fiscalización y favorecen el desarrollo de la corrupción. Estas instituciones coexisten con instituciones económicas extractivistas que operan extrayendo rentas, sin transformar ni innovar, y que rechazan la regulación de los mercados». Por eso sostengo que tanto el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones como el actual modelo primario exportador peruano, operaron con instituciones políticas y económicas extractivistas.
A modo de conclusión
Las fábulas y los embustes impiden construir conocimiento.
 
 
Publicado en el diario La Primera, el sábado 21 de diciembre.

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