En
nuestra carta del 10 de marzo de 2011 enviada al entonces presidente del
Acuerdo Nacional, Dr. Max Hernández, le recordamos las estrategias de
transformación estructural que se habían aplicado en América Latina y en el
Asia y que no podían reiterarse ni aplicarse en el Perú para cambiar
su actual estilo de crecimiento primario exportador y construir una economía
dinámica y diversificada, con un patrón de comercio distinto al actual y con
mercados internos integrados y desarrollados. En lo que sigue resumimos estas
estrategias.
Cuando se olvida lo viejo aparece como nuevo
La CEPAL de los años
cincuenta y sesenta proponía, para desarrollarnos, un cambio estructural conducido
directamente por el Estado, y entendido como diversificación y generación de
actividades que fundamenten el crecimiento sobre la base de la productividad,
mediante la sustitución de importaciones (ISI). Una estrategia supply side parecida fue formulada para nuestro país hace un poco más de tres años por Michael
Porter. Él propuso desarrollar cadenas productivas y clusters sobre la base de nuestros «recursos naturales y de la
amplia biodiversidad y ecosistemas». La única diferencia de su planteamiento
con el de la CEPAL radicaba en el papel que le asignaban al Estado. El Estado
intervencionista de Porter debía ser menos regulador y participar sólo en la
elección de los sectores donde debía impulsar la formación de cadenas y clusters.
Ambos planteamientos, sin
embargo, privilegiaban el lado de la oferta, y olvidaban el papel de la
demanda. Si, en reacción contra el proteccionismo Cepalino, conviniéramos que la
fuente de demanda debe estar en los mercados internacionales, entonces estaríamos
otra vez apostando por un crecimiento exógeno, dependiente y vulnerable a sus
fluctuaciones. A este impase se llega cuando no se endogeniza la demanda, pues
ello permitiría superar la supuesta contradicción entre el crecimiento endógeno
y la apertura de la economía.
Para Porter la
desregulación y la liberalización del comercio son elementos importantes en su
estrategia por la competitividad. Una estrategia parecida que privilegiaba la
promoción de exportaciones (EPE), fue la de los «cuatro tigres asiáticos». Esta
estrategia fue exitosa porque esos países tenían la demanda de los Estados
Unidos y no tenían competidores. El crecimiento notable de la participación de
sus exportaciones en el mercado de Estados Unidos, alcanzó su pico en el año
1988 (15.4%). Después disminuyó hasta situarse en los niveles que registró a
fines de los años 1970 (9.4%). El mismo comportamiento registraron las exportaciones
de Japón.
En el mundo globalizado
actual, sin embargo, no es posible que todos los que siguen una estrategia
exportadora sean ganadores, sobre todo con la actual competencia de China y
otros países del continente asiático.
Liberalización comercial y
abaratamiento de los costos laborales
La estrategia Cepalina (ISI)
era lógicamente incompleta: hacía énfasis en la construcción de una oferta
industrial diversificada para el mercado interno, pero no explicaba la fuente
ni el tamaño de la demanda agregada. La crisis de esta estrategia no condujo a
superar esta carencia, sino al desmantelamiento de la protección y a la
liberalización del comercio. En cambio, la estrategia de los «tigres asiáticos»
(EPE), que también fue de sustitución de importaciones, sí tuvo desde el inicio
una demanda bien identificada.
El éxito de los «tigres
asiáticos» persuadió a otros países a seguir su estrategia exportadora. En los
años 1990 algunos países la incorporaron como parte de las políticas del
Consenso de Washington. Se mantuvo la propuesta central de diversificar la
oferta exportadora, concentrando las ventas en determinados mercados externos
(Estados Unidos y/o países de la OCDE) de donde provendría la demanda sostenida
para las exportaciones; pero, también se hizo énfasis en la promoción de la
inversión extranjera, en los tratados comerciales y en el abaratamiento del costo
de trabajo (la desregulación del mercado laboral) para «ganar competitividad».
La aparición de China
reveló la fragilidad de la estrategia liderada por las exportaciones. El
aumento notable de las exportaciones chinas desplazó las exportaciones de los
otros países asiáticos. La misma suerte están corriendo hoy los países
subdesarrollados que continúan compitiendo por los mercados de Estados Unidos y
Europa. Pero, lo que importa destacar es que, en esta carrera, todos los países,
incluido el nuestro, tratan de ganar competitividad desmantelando los
estándares regulatorios de las condiciones de trabajo, de los regímenes
tributarios y del medio ambiente.
A modo de conclusión
Cuando no se imagina la
posibilidad de desencadenar endógenamente la inversión y el cambio técnico, se
opta por el recurso fácil de mirar solo hacia afuera. Mientras no cambien las
condiciones en las que se desenvuelve la inversión privada nacional, las
empresas --micro, pequeñas y medianas-- que orientan su producción hacia los
mercados externos y que producen con bajísima productividad, seguirán buscando
ganancias de competitividad abaratando el costo del trabajo (salarial y no
salarial) y demandando regímenes tributarios y crediticios especiales. Ya somos
testigos de las consecuencias de esta estrategia. La actual manera de crecer ha
acrecentado la vulnerabilidad externa de nuestra economía y está alimentando el
conflicto social (el PBI y las exportaciones reales per cápita crecieron de
manera notable en la última década, mientras los salarios reales promedio se
mantuvieron estancados).
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