Monday, March 21, 2016

No subir el salario mínimo es promover el empleo precario


El exministro de economía Luis Carranza, dirigiéndose explícitamente a los candidatos presidenciales, acaba de decir que elevar el salario mínimo en cualquier cifra «sería sumamente perjudicial para la economía peruana» (Gestión: 07-03-2016). Entre los candidatos que quedan y están por encima del 8% en las encuestas, PPK y Verónika Mendoza, son los únicos que proponen aumentarlo; aunque la candidata Mendoza es la que plantea el mayor incremento (de 750 a 1000 soles) y la que mejor justifica su pertinencia.
 
Salario mínimo e informalidad
 
Carranza repite, sin ruborizarse, que el aumento del salario mínimo expande la informalidad porque «destruye  la formalidad en las empresas  que están al límite de su productividad (como las mypes)».  En otras palabras, el ex ministro nos está diciendo que cuánto menor es el salario mínimo menor es la informalidad porque los aumentos de los salarios destruyen la formalidad. ¿Cómo llega a esta conclusión.
 
Supongamos que las elasticidades salario de la oferta y demanda de trabajo en el sector formal son tales que cuando aumenta el salario mínimo, la demanda de trabajo en el sector formal se reduce. Esta reducción daría lugar a un aumento del desempleo y a una disminución del ingreso de los informales. Esto último ocurriría porque «se elevaría la oferta de trabajo en el sector informal. La productividad de los trabajadores informales se reduciría porque ahora tendría que repartirse un mismo volumen de ventas entre un mayor número de trabajadores informales» (Ros, 2015). La conclusión, entonces, sería que el aumento del salario mínimo incrementa la informalidad.  «Tener baja productividad, sobrecostos laborales (incluido el salario mínimo) y exceso de regulación laboral es una trinidad que no hace bien al país», sentencia Luis Carranza.
 
Pero, el exministro ha olvidado el efecto más importante del aumento del salario mínimo. Cuando se eleva el diferencial de ingresos salariales entre el sector formal e informal, «la oferta de trabajo hacia el sector formal aumenta, lo que tiende a elevar los ingresos de los trabajadores informales puesto que se reparten entre sí un volumen de ventas igual entre menos trabajadores. La búsqueda de empleo en el sector formal –dice Ros-- se vuelve más atractiva». Este es el famoso «efecto faro del salario mínimo» que acuñaron Paulo Souza y Paulo Baltar en el año 1980: los aumentos en el salario mínimo del sector formal, inducen a aumentos de ingresos en el sector informal.  La evidencia empírica muestra que este efecto es el que predomina en los países en desarrollo.
 
Hay que mencionar, sin embargo, que esta discusión deja fuera del debate la causa fundamental de la informalidad. La causa de la creación de empleos informales es la baja tasa de crecimiento de la capacidad productiva per cápita en relación a la tasa de crecimiento de la fuerza laboral. El estilo de crecimiento primario exportador que ha descuidado la creación y desarrollo de mercados internos, es el que ha promovido y sigue promoviendo ganancias espurias de competitividad mediante el abaratamiento de los costos laborales y la eliminación del poder de negociación de los trabajadores con la flexibilización laboral.  No es casual que los que adhieren a este modelo neoliberal –como el ex ministro Carranza-- afirmen que el efecto demanda del incremento del salario mínimo es sólo de corto plazo.
 
Los legitimadores de la pobreza
 
Carranza no asocia el alza del salario mínimo con la creación o ampliación del mercado interno, porque está pensando sólo en la producción para la exportación. Aboga por una mayor flexibilidad laboral precisamente para abaratar más el precio del trabajo. Al optar por ingresos y empleos precarios pagando bajos salarios y sin derechos laborales, legitima la pobreza.  
 
Adam Smith --para quien la productividad es un fenómeno macroeconómico--, estuvo en contra de los empleos y salarios precarios porque no estimulan la productividad. «Los salarios del trabajo –decía Smith-- son un estimulante de la actividad productiva, la cual como cualquier otra actividad humana, mejora proporcionalmente al estímulo que recibe (…) En consecuencia nos encontramos que allí donde los salarios del trabajo son crecidos, los obreros son más activos, diligentes y expeditivos que donde son bajos».
 
Asimismo, Adam Smith --que nunca defendió el mercado auto-regulado--, sabía que los trabajadores no organizados carecían de capacidad de negociación con sus empleadores. Sabemos que los salarios dependen de los contratos explícitos o implícitos celebrados entre patronos y obreros. «Sin embargo  --afirmaba Smith-- no es difícil de prever cuál de las dos partes saldrá gananciosa en la disputa, en la mayor parte de los casos, y podrá forzar a la otra a contentarse con sus términos. Los patronos, siendo menos en número, se pueden poner de acuerdo más fácilmente, además de que las leyes autorizan sus asociaciones, o por lo menos no las prohíben, mientras que en el caso de los trabajadores, las desautorizan. (…)  En disputas de esta índole los patronos pueden resistir mucho más tiempo. Un propietario, un colono, un fabricante o un comerciante, pueden generalmente vivir un año o dos, disponiendo del capital previamente adquirido. La mayor parte de los trabajadores no podrán subsistir una semana, pocos resistirán un mes, y apenas habrá uno que soporte un año sin empleo. A largo plazo tanto el trabajador como el patrono se necesitan mutuamente pero con distinta urgencia».
 
A modo de conclusión
 
La utilización del salario mínimo como instrumento de política de ingresos es posible solo en un estilo de crecimiento distinto al neoliberal. Y, cambiar este modelo significa la construcción de la economía nacional desarrollando mercados internos, y el rescate de la soberanía en las decisiones de política económica.
 
 
 
Publicado en el Diario UNO, el sábado 19 de marzo.

No comments: